Nada más pisar suelo peruano, uno nota enseguida que el tiempo se ralentiza. Es un país que no se descubre con prisas, sino tomándose su tiempo. En definitiva, un país hecho para el turismo slow, esa forma amable, respetuosa y sobre todo apasionada de viajar.
Pero, ¿qué hay que ver exactamente cuando se quiere vivir Perú de otra manera? ¿Qué hay que buscar en un país tan vasto y variado, sin perderse algunos lugares emblemáticos? He aquí nuestra selección de lugares que no debe perderse en Perú, región por región, para un viaje rico, profundo y lleno de significado. Evidentemente, se trata de lugares imprescindibles, pero menos conocidos por los turistas o incluidos en los principales circuitos turísticos.
Cusco: Tipón, descubriendo la ingeniería hidráulica de los incas
La región de Cusco es sin duda la más visitada del país. Todo el mundo pasa por allí de camino al Valle Sagrado y al famoso Machu Picchu.
Estos lugares son de visita obligada, pero en lugar de seguir la ruta tradicional, por qué no dedicar tiempo a hacer una parada en Tipón, un sitio que a menudo se pasa por alto, pero que resulta fascinante. Una visita a este sitio está al abrigo de
Situado a unos treinta minutos al sur de Cuzco, Tipón es un antiguo centro ceremonial inca dedicado al agua. No se trata de unas ruinas congeladas o abandonadas, sino de un yacimiento que sigue vivo. El agua aún fluye por los canales originales. Los incas desarrollaron un sistema de riego extremadamente sofisticado para su época, en perfecta armonía con la pendiente y los ciclos de la naturaleza.
En cuanto a la visita, se trata de un tranquilo paseo hasta el yacimiento, donde se puede escuchar el murmullo del agua, así como observar las verdes terrazas y las piedras talladas con una precisión poco común. Tipón es un lugar para tomarse un tiempo de contemplación, entre otras cosas porque tiene algo de sagrado. Es una parada perfecta para quienes deseen sentir el alma de la región sin las multitudes que se pueden ver en otros lugares conocidos de la zona.
Lima: Barranco, una brisa bohemia en el océano
La capital del país, Lima, tiene mala fama: la ciudad se extiende, es ruidosa y está congestionada. Pero Lima está llena de tesoros. Basta con salir del centro y dirigirse a Barranco, el barrio artístico de la ciudad, en la costa del Pacífico.
Con sus coloridas casas coloniales, galerías de arte y pequeños cafés con vistas al mar, Barranco es un lugar ideal para pasear. Se puede deambular sin rumbo, atraído por un mural, un músico callejero o un sencillo mercado de flores. Las escaleras conducen a parques escondidos, o al paseo del acantilado desde el que se puede admirar a lo lejos a los surfistas. Aquí, Lima adquiere un aspecto diferente, más humano y tranquilo. Si va a pasar varios días en la capital peruana, ¡no deje de visitarla!
Si dispone de tiempo suficiente, el museo Larco es una visita obligada en Lima. Ubicado en una magnífica hacienda colonial rodeada de jardines floridos, el museo ofrece un fascinante viaje a través de 5.000 años de civilización precolombina. Cuenta con una impresionante colección de cerámicas, tejidos y objetos de oro y plata, algunos de ellos de excepcional calidad. El museo también es famoso por su sala única dedicada al arte erótico precolombino.
Arequipa: el corazón blanco de la ciudad y el Cañón
Arequipa, «La Ciudad Blanca», es una urbe luminosa y elegante en la que da gusto detenerse. Su centro histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, desprende un ambiente apacible a pesar del bullicio. Al pasear por los soportales, se puede oír el sonido de una fuente, el comienzo de una misa o a un vendedor de zumo de naranja llamando a los transeúntes.
Pero si hay un lugar en la ciudad que no hay que perderse, ése es el monasterio de Santa Catalina. Verdadera ciudad dentro de la ciudad, este convento invita a pasear en silencio. Descubrirá celdas de monjas transformadas en pequeños pisos llenos de flores y tranquilos patios donde el tiempo parece haberse detenido.
Arequipa es también, y sobre todo, el punto de partida hacia el majestuoso Cañón del Colca. Este paraje natural, dos veces más profundo que el Gran Cañón, impresiona por sus terrazas agrícolas, sus pueblos en lo alto de las colinas y sus paisajes áridos. Se llega a él tras varias horas de viaje por las altas mesetas andinas, pobladas de vicuñas.
A primera hora de la mañana, desde el paraje de la Cruz del Cóndor, si tiene suerte, podrá contemplar cómo estas míticas rapaces se elevan sobre el vacío.
Puno: los misterios del lago Titicaca
Situada a más de 3.800 metros de altitud, Puno bordea las profundas aguas del lago Titicaca. Aquí impresiona sobre todo la energía de este lugar.
Una de las experiencias más memorables que se pueden vivir en el lago Titicaca es el encuentro con las gentes del lago. En las islas flotantes de los Uros, hechas de juncos tejidos, o en las islas de Taquile y Amantaní, descubrirá una forma diferente de habitar el mundo, muy alejada de nuestros puntos de referencia habituales. Si lo desea, nuestra agencia puede organizar estancias con gente local en la península de Capachica, en los pueblos de Llachón, Escallani o Paramis. Tendrá la oportunidad de compartir la vida cotidiana de las familias locales, descubrir sus tradiciones andinas y disfrutar de un entorno natural excepcional a orillas del lago Titicaca.
El viento puede ser gélido, al igual que la temperatura, que puede ser negativa por la noche (¡recuerde que está a 3.800 metros de altitud!), pero las sonrisas son cálidas y la acogida está garantizada para entrar en calor.
Puerto Maldonado: la selva como nunca la habías imaginado
Puerto Maldonado es la puerta de entrada a la Amazonia peruana, situada en la región de Madre de Dios. Esta ciudad es el punto de partida para explorar una de las selvas tropicales con mayor biodiversidad del mundo. A unos 30 kilómetros se encuentra la reserva de Tambopata, una vasta zona protegida que alberga una fauna excepcional, como guacamayos rojos, monos capuchinos, caimanes y numerosos insectos y mariposas.
La exploración de esta región suele hacerse a pie por senderos en buen estado, o en piragua por los numerosos ríos. Las visitas matutinas son ideales para observar las aves y mamíferos activos al amanecer. Por la noche, la selva revela otra faceta con sus sonidos característicos: ranas, insectos y animales nocturnos.
Puerto Maldonado disfruta de un clima cálido y húmedo, con una estación lluviosa de noviembre a abril.
La región es un terreno excelente para los amantes de la naturaleza y el ecoturismo, con varios lodges que ofrecen instalaciones para alojarse en plena selva.
Este lugar, tan diferente de los que conocemos en Europa o Norteamérica, nos transporta a un mundo donde reina la naturaleza. La densidad de la selva, la riqueza de especies y la intensidad de los sonidos crean una experiencia única.
El Camino Inca: caminar tras las huellas de la historia
Algunas experiencias dejan una huella imborrable. Este es el caso del Camino Inca. De hecho, no es un sitio en el sentido estricto de la palabra, es más que eso: es una peregrinación a través de una sucesión de paisajes, yacimientos arqueológicos y esta cultura tan especial. Durante cuatro días, seguirá las huellas que dejaron los propios incas, a través de montañas neblinosas, pasos de 4000 metros de altura, bosques y vestigios olvidados.
Cada día ofrece sus propias maravillas: el yacimiento de Llactapata envuelto en nubes, escalones excavados en la roca, orquídeas salvajes y aves multicolores.
Al final de la caminata llega la recompensa definitiva: llegar a Machu Picchu a través de la Puerta del Sol (Inti Punku) al amanecer. Ver la ciudadela revelarse poco a poco, bañada por los primeros rayos, es un momento de rara intensidad y sin duda inolvidable. No por la foto, sino por la emoción: la emoción de haber caminado, respirado, subido cada escalón, y de estar allí, frente a este lugar mítico, habiéndose tomado el tiempo para llegar.
Perú no es sólo una lista de lugares para «hacer». Se siente, se vive. Y cuanto más despacio vas, más te sorprendes. Detrás de cada montaña, hay una historia. Detrás de cada piedra, un recuerdo.
Elegir el turismo lento en Perú significa decidir no quedarse sin tiempo. Significa preferir una conversación a una foto, un momento de silencio a una cola. Sobre todo, significa dejarse transformar por lo que se descubre, lenta y profundamente.