Poner un pie en Perú es sumergirse en un país con mil caras, que combina tradiciones milenarias, paisajes espectaculares y ciudades únicas. Este itinerario de tres semanas le invita a descubrir los lugares imprescindibles del país, para terminar por todo lo alto en el Amazonas.
Llegada a Perú: Lima, la capital
Llegada a Lima, la capital, antes de partir hacia el altiplano de Arequipa y el Cañón del Colca, explorar el lago Titicaca desde Puno, sumergirse en la magia de Cusco, el Valle Sagrado y Machu Picchu, y terminar el viaje en Iquitos, en el corazón de la selva amazónica. Un viaje que equilibra patrimonio, naturaleza e inmersión cultural.
Lima acoge a la mayoría de los viajeros internacionales. A menudo se subestima a la capital peruana, pero merece la pena dedicarle al menos dos días para empaparse de su ambiente único. Tras aterrizar en el aeropuerto Jorge Chávez, lo mejor es dirigirse directamente a los agradables y seguros distritos de Miraflores y Barranco. Miraflores es el corazón turístico de la ciudad, con sus elegantes cafés, sus parques y su paseo marítimo con vistas al Pacífico. Barranco es más bohemio, con sus coloridas callejuelas, galerías de arte y ambiente de pueblo. La visita puede comenzar con un paseo por el Malecón de Miraflores hasta el Parque del Amor, antes de bajar a la playa de la Costa Verde. El segundo día, podrá sumergirse en la historia colonial visitando el centro histórico: la Plaza Mayor, la Catedral de Lima, el Palacio de Gobierno y el monasterio de San Francisco con sus impresionantes catacumbas. Por la noche, no dude en degustar la mundialmente conocida escena gastronómica limeña, especialmente en un restaurante de ceviche. Dos días es todo lo que necesita para ver lo esencial y recuperarse del viaje antes de poner rumbo al Sur.
Arequipa: la ciudad blanca
El tercer día nos dirigimos a Arequipa, apodada la «ciudad blanca» por sus edificios de piedra volcánica de color claro. El vuelo nacional entre Lima y Arequipa es rápido, menos de 1h30, y permite ganar un tiempo precioso. Como alternativa, se puede tomar un autobús nocturno, más barato, pero cuyo trayecto dura unas 15 horas.
A más de 2.300 metros de altitud, esta ciudad ofrece una suave transición hacia altitudes más extremas. Tres noches en Arequipa dan tiempo de sobra para explorar los tesoros de la ciudad y aclimatarse. El centro histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, con su majestuosa Plaza de Armas rodeada de soportales y dominada por la catedral neoclásica. El monasterio de Santa Catalina, auténtica ciudad dentro de la ciudad, ofrece un laberinto de callejuelas coloristas y silenciosas. Y no se pierda la visita al museo de los Santuarios Andinos, donde podrá contemplar la momia de Juanita, una joven sacrificada por los incas en las faldas del volcán Ampato. Por último, Arequipa es también un buen punto de partida para realizar excursiones por las montañas de los alrededores o degustar las especialidades locales.
Desde Arequipa, es hora de partir hacia uno de los paisajes más impresionantes del país: el Cañón del Colca. Saliendo de la ciudad a primera hora de la mañana, se atraviesan mesetas andinas pobladas de vicuñas antes de llegar al valle del Colca. El pueblo de Chivay, a 3.600 metros de altitud, suele ser la primera parada para pernoctar. Lo ideal es permanecer en la región dos días para disfrutar plenamente del cañón, con una noche in situ para evitar las prisas. El segundo día, muy temprano por la mañana, diríjase al mirador de la Cruz del Cóndor para admirar el majestuoso vuelo de los cóndores, las aves sagradas que se elevan entre los escarpados acantilados. También ofrece espectaculares vistas de las profundidades del cañón, que en algunos lugares tiene más de 3.000 metros de profundidad.
Puno: a orillas del legendario lago Titicaca
Tras esta inmersión en la naturaleza salvaje, es hora de dirigirse a Puno, a orillas del lago Titicaca, el lago navegable más alto del mundo.
El trayecto de Chivay a Puno también puede hacerse en autobús. Se llega a Puno, a 3.800 metros de altitud, al final del día. Dos noches en Puno permiten disfrutar del lago Titicaca sin prisas. El primer día puede dedicarse a una excursión en barco de día completo a las islas flotantes de los Uros y a la isla de Taquile. Los Uros, un pueblo ancestral, viven en islotes artificiales hechos de juncos, una experiencia asombrosa. Taquile, más auténtica, es una isla tranquila donde sus habitantes perpetúan sus tradiciones textiles, clasificadas como patrimonio inmaterial por la UNESCO. El viaje de vuelta en barco ofrece hermosas vistas del lago. Al día siguiente, podrá pasear por las calles de Puno, visitar su catedral o subir al mirador de Kuntur Wasi para disfrutar de una vista impresionante. Por la tarde, es hora de prepararse para otro punto culminante del viaje: la llegada a Cuzco, la capital histórica del Imperio Inca.
Cuzco: el ombligo del mundo
El viaje de Puno a Cusco puede hacerse en autobús o en tren. Al llegar a Cuzco, se entra en el corazón espiritual y cultural de Perú. La antigua capital del Imperio Inca se alza a más de 3.400 metros de altitud y bien merece una estancia mínima de cuatro noches. El centro histórico de Cuzco es una joya arquitectónica, que combina cimientos incas con edificios coloniales. Comience por la Plaza de Armas, rodeada de impresionantes edificios como la catedral y la iglesia de la Compañía de Jesús. Las estrechas calles de San Blas, el barrio de los artesanos, son especialmente encantadoras, con sus balcones de madera y sus vistas sobre la ciudad. El Templo del Sol, Qorikancha, es un ejemplo perfecto de la fusión de culturas: un antiguo templo inca coronado por el convento dominico. Fuera de la ciudad, puede explorar los yacimientos arqueológicos de Sacsayhuamán, Q’enqo y Tambomachay. Cuzco es también el punto de partida hacia el Valle Sagrado, que merece al menos dos días completos de excursión.
El Valle Sagrado de los Incas, excavado por el río Urubamba, alberga algunos de los mejores restos arqueológicos del país. Fue centro agrícola y espiritual de los incas. Se puede dedicar un primer día a los pueblos de Pisac. En Pisac, puede explorar primero el mercado tradicional antes de subir a las ruinas encaramadas, que ofrecen vistas espectaculares de los campos en terrazas. El segundo día puede dedicarse a explorar cuatro lugares emblemáticos del Valle Sagrado: Chinchero, Moray, Maras y Ollantaytambo. Chinchero, encaramado a 3.760 metros de altitud, es un antiguo pueblo inca famoso por sus terrazas agrícolas y su mercado artesanal, dominado por una iglesia colonial y que ofrece un sorprendente contraste entre la herencia andina y la influencia española. En Moray, descubrirá impresionantes círculos concéntricos excavados en la tierra, un antiguo laboratorio agrícola inca utilizado para probar cultivos a diferentes altitudes. Un poco más adelante, las salinas de Maras ofrecen un espectáculo único con sus miles de salinas en terrazas, utilizadas durante siglos. La jornada termina en Ollantaytambo, uno de los pueblos más fascinantes de la región, con su plano urbano que data de la época inca y que aún se conserva intacto, sus calles empedradas, sus escaleras monumentales y sus colosales bloques de piedra tallados con notable precisión. Pasar la noche aquí es ideal para disfrutar del amanecer al día siguiente,
Pasar la noche aquí es ideal para coger al amanecer del día siguiente el famoso tren a Aguas Calientes, el pueblo situado a los pies de Machu Picchu, a las puertas de la selva a gran altitud.
Machu Picchu: la maravilla del mundo
El Machu Picchu es, para muchos, el punto culminante del viaje. Después de pasar la noche en Aguas Calientes, se recomienda tomar uno de los primeros buses para llegar a la ciudadela apenas abra sus puertas. Esta antigua ciudad inca suspendida entre las montañas está envuelta en una atmósfera mágica, especialmente al amanecer. Se recorren sus distintos barrios, las terrazas agrícolas, los templos y los miradores vertiginosos que dan hacia el valle.
Para los más aventureros, hay dos caminatas míticas que permiten llegar al Machu Picchu a pie: el Camino Inca y el Salkantay.
El Camino Inca, el más emblemático, sigue parte de la red ancestral de caminos incas. La ruta clásica dura 4 días y 3 noches, con tramos de caminata que pueden ser exigentes, sobre todo por la altitud y las escalinatas incas. A lo largo del trayecto se atraviesan bosques nubosos, pasos de más de 4 200 metros y varios sitios arqueológicos impresionantes como Wiñay Wayna o Runkurakay. También existe una versión más corta de 2 días, que permite llegar al Machu Picchu por la Puerta del Sol, sin recorrer todo el trayecto. En ambos casos, es fundamental reservar con varios meses de anticipación, ya que las entradas son limitadas.
El trek del Salkantay, más salvaje y menos concurrido, suele durar 5 días. Conecta las laderas glaciares del Salkantay (6 271 m) con la selva subtropical que lleva hasta Aguas Calientes. Esta ruta alterna paisajes muy variados: lagunas turquesa de altura, glaciares, pasos montañosos imponentes y bosques espesos. Requiere buena condición física, especialmente para cruzar el paso del Salkantay a más de 4 600 metros. Es una alternativa espectacular para quienes buscan más libertad, ya que, a diferencia del Camino Inca, no se necesita un permiso especial.
Después de esta intensa visita al Machu Picchu, se regresa a Cusco para disfrutar de una última noche en esta ciudad llena de vida. Al día siguiente, rumbo a Palcoyo, una alternativa menos conocida a la famosa montaña Vinicunca. Accesible en una excursión de un día desde Cusco, Palcoyo es un conjunto de montañas de colores más accesibles y mucho menos visitadas. Perfectas para quienes quieren admirar las capas multicolores sin enfrentarse a multitudes, ofrecen un panorama impresionante en un entorno tranquilo.
Iquitos: en el corazón del Amazonas
Una vez explorados a fondo los Andes, el viaje termina en un punto totalmente distinto: el Amazonas. Desde Cuzco, un vuelo de menos de dos horas le llevará a Iquitos, la ciudad más grande del mundo e inaccesible por carretera. A orillas del río Amazonas, Iquitos es la puerta de entrada a una belleza natural excepcional. Se pueden pasar aquí tres o cuatro días disfrutando de la selva tropical. El centro de la ciudad, con su arquitectura colonial y sus coloridas casas de hojalata, es animado y bullicioso, pero el verdadero atractivo reside en un lodge en medio de la selva. Desde Iquitos se tardan varias horas en barco hasta una experiencia inmersiva en plena selva: paseos en canoa, avistamiento de delfines rosados, caminatas por la selva, descubrimiento de plantas medicinales y encuentros con las comunidades locales. El contraste con los altos Andes es sorprendente, pero refleja la diversidad de Perú. Antes de tomar el avión de regreso a Lima para su vuelo internacional, tómese su tiempo para contemplar una última puesta de sol sobre el Amazonas que pondrá fin a este extraordinario viaje.
Tres semanas en Perú permiten recorrer mundos totalmente distintos y abarcar toda la riqueza cultural, natural y humana del país. De la costa del Pacífico a las profundidades de la selva amazónica, pasando por las cumbres andinas y las fascinantes huellas de la civilización inca, cada etapa revela una nueva faceta del país. Este viaje ofrece un equilibrio ideal entre exploración urbana, descubrimientos culturales, naturaleza sobrecogedora y encuentros auténticos. No hay mejor manera de comprender el alma de Perú que siguiendo este itinerario, exigente, intenso, exótico, rico, profundo y, sobre todo, inolvidable.